20 feb 2012

A vos mismo

Todavía recuerdo, lejanas en el tiempo, mañanas de invierno en la Escuela Artigas de Las Piedras, la larga caminata por el pasillo hasta el salón que, en los días despejados, permitía visulmbrar el cerro de Montevideo. Me basta con cerrar los ojos para recordar mis compañeros de clase y mi maestra Liliana, la que en 4to año se esforzaba por recrear, utilizando a la historia y a la geografía como rehenes, nuestra identidad como Uruguayos. Recuerdo que tomaba un gran mapa de Sudamérica y esforzándose intentaba que nos ubiquemos en aquel rincón de cartón plastificado, en una marea de líneas curvas y rectas de todos los colores y grosores imaginables.

- Acá está el Río Uruguay, que le da nombre a nuestro país, que está de este lado; y del otro está Argentina. Este río se llama Paraná, y es también muy importante, porque cuando se junta con el Uruguay forman el Río de la Plata, este enorme que está acá abajo.

Y así fue; me bastó con abrir los ojos para encontrarme sumergido en aquel paisaje que directamente desde los empolvados rincones de mi memoria, tomaban la forma de un lugar majestuoso.

La Ciudad de Paraná nos recibía entre taxistas que curiosos se acercaban a nosotros haciéndonos las preguntas de rigor. Enseguida, llega Melisa, nuestra nueva maestra que, como ellas, abría las puertas de su casa y de su propia vida para compartirla con nosotros. Tuvieron que pasar sólo minutos, para sumergirnos en viejos cuentos de hadas, improvisados en la calle y terminados en una cena al lado del río; horas para ser uno más con sus amigos y sentirme como en casa, libre y niño a la vez, comiendo un asado, tomando mate y entrándole a las tortas fritas una tarde de lluvia; y sólo un día para conocer a su familia y formar parte de ella... Al final, la maestra tenía razón, y Paraná se fundía con Uruguay para formar una sola identidad, esa que más que separar, nos unía aún más.


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