25 sept 2011

Prueba de campo

Luego de decidir la fecha, nos empezamos a meter de lleno en los detalles, y aquella etapa tan lejana de tomar decisiones comenzó a quedar atrás; y en el horizonte, junto con la Primavera, se comenzaba a oler un aroma de cambios... y también a responsabilidades. Un aroma a incertidumbre, a ganas de comenzar algo nuevo... un aroma que, en definitiva, invita a cambiar.

Lo que ahora teníamos que definir era la bicicleta que utilizaríamos. Ya hacía un tiempo que el Danny había investigado un par de cosas y yo otras tantas, y ambos nos habíamos aventurados a pedir ayuda en varias casas de bicicletas, donde nos orientaron un poco mejor y nos recomendaron distintos modelos.

Recuerdo la primera tarde que me fui hasta Specialized... Me sentí tremendamente desubicado. Al entrar, el punchi punchi a todo volumen me hacía pensar que estaba ingresando a un gimnasio, mientras una rubia tetona muy bien formada me preguntaba qué estaba precisando. Con la voz baja y algo tímida le cuento que estaba por hacer una travesía de varios meses y por varios países y que quería saber qué me podían recomendar. La chica, cargada de curiosidad e insegura de su respuesta, me dice que lo mejor es que me atendiera un compañero suyo. Tras llamarlo, un flaco cancherito de camisa apretada me saluda y me escucha repetir la historia. Sin dudarlo, me lleva hasta uno de los modelos y me comienza a contar de sus bondades:
- Fijate que el manubrio tiene 9 grados de inclinación, y que el asiento es de tal altura, por lo que la columna va a ir en determinado ángulo respecto del suelo, lo que te permite estar en una posición que es entre un tren de paseo y competencia y que gGheSuISoovNRQsGcLOu
(Si, si, literalmente eso fue lo siguiente que le pude entender).

Al explicarle sobre mi poca experiencia, se sentó en unos sillones y me comenzó a contar un poco más de lo anterior versión pro-mortales. Fue ahí que le comencé a entender un poco. Tras algo así como media hora de clases, aparece otro flaco cliente del local que se prende a la charla y me tira algunos piques sobre una travesía de estas características aunque -luego me confesarían- ninguno de los dos hizo algo similar.

- Si querés podés probarla
Me dice finalmente, y guiado por el mareo producido por el exceso de información, niego la oferta y le digo que simplemente estoy investigando; le agradezco y me voy.

A la semana siguiente visité otras tantas bicicleterías: Giant, Zenith, Trek y Motociclo... Aunque sin dudas en ninguna me pudieron brindar tan buena información con tanta buena onda y paciencia como en Specialized. Fue así que decidí volver, y esta vuelta, ya no con un interés intelectualoide, sino para la prueba de campo.

***

La siguiente vez que me presenté, el cancherito era yo:
- Hola, vengo a probar la Specialized Crosstrail Sport Disc -dije con mi mejor acento de inglés sobreactuado
La chica (otra, esta vuelta morochita de las mismas proporciones físicas) levanta la vista de las hojas que parecía leer concentrada y me dice:
- Si, claro, como no
Desconcertado por la rápida respuesta, la miro mientras va a buscar la bicicleta, y flamante, me la entrega junto con un casco.
- Firmame acá no más
- ¿No querés que te deje la cédula?
- No, no... si querés dejá la mochila, pero por comodidad tuya no más
Asombrado por el exceso de confianza, firmo los papeles y le informo que volveré en algo así como media hora. Tomo la bici y camino hasta Avenida Italia.

Una vez en la calle, me sentía poderoso... Hacía algo así como 2 meses que no me subía a una bicicleta ya que había estado complicado por otros temas, y todavía se sentía como aquella primera vez que me aventuré a practicar; por lo que me subo con determinación y comienzo a pedalear.

Al principio tomé un parquecito para probarlo en pasto, luego un camino de pedregullo, y finalmente me fui hasta la rambla de Punta gorda, donde pedaleé hasta el Hotel Carrasco. Durante esas pruebas me sentía un niño, gozaba de ir a toda velocidad y subir y bajar cunetas, de pasar de asfalto a pasto y de dar pequeños saltos con la bici. Me sentía tal cual un niño que dejan solo en una pista de motocross con su bici y toda su energía.

Disfrutaba de saltar, de cambiar rápido de tipo de suelo, de ver cómo respondía en arena y hasta de la facilidad que tenía para cargarla (ya que era muy liviana). Y lo mejor de todo: ir bien rápido en la rambla y clavar los dos frenos de una... Al momento de hacerlo me agarré bien fuerte pensando en que me iría de cabeza y terminaría llevando la bici entera, pero mi cuerpo hecho pedazos, sin embargo, mi asombro fue mayúsculo cuando, al hacerlo, la suspensión delantera absorbió toda mi velocidad, dejándome parado, quietito y asombrado, sintiéndome como un buen boludo.

El camino de retorno lo hice tranqui y sin tantas pruebas, disfrutando del gusto olvidado de la libertad que sólo este simple aparato de dos ruedas parece otorgar.

Una vez cerca del local, estiro y me dedico a examinar la bici: los frenos, las horquillas, los platos, los cambios... para mí, era como subirse a una bici por primera vez, y trataba de entender lo más que pudiera de aquella simple pero compleja mecánica.

Ahora sí, una hora y media más tarde, estaría devolviendo la bestia a su recinto, y al llegar a mi casa, me encontraría escribiéndole un informe al Danny mientras esperaba su veredicto sobre otras pruebas.

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