19 oct 2011

Círculos

En una publicación descubría lo importante que era seguir alimentando las relaciones que teníamos aunque uno supiera que pronto dejaría de verles por un tiempo eventualmente indefinido; también, incluso, lo importante que era el crear nuevas... ¿Pero qué pasa con aquellas que quedaron truncadas? ¿Que pasa con aquellas que se vieron detenidas en el tiempo tras una absurda pelea? Si el saber que luego de determinada fecha la posibilidad de verles -aunque sea por casualidad- dejará de existir, ¿qué hacer?

Esto se me presentó de forma inesperada, cuando sin tener en cuenta que me iba, decidí juntarme con una de aquellas personas que el orgullo se empeñaba en castigar con la ignorancia. Esa tarde de Diciembre decidí llamarla:
- ¡Hola! ¿Cómo estás?
- ¿Diego? -me pregunta una voz conocida desde el otro lado del tubo
- Si, soy yo
- ¡Que alegría escucharte! ¿Cómo estás?
- Bien, bien, llamaba para saber si querías que te visitara
- ¡Claro que sí! ¡Lo sabés! -me dice con una alegría contagiosa.
Una semana más tarde ese encuentro se transformaría en una tierna reconciliación con parte de mi pasado. Ese fue mi primer viaje.

El segundo vendría de la mano de un conocido que casualmente me crucé por la calle:
- ¿Diego? -me pregunta inseguro. Me doy vuelta y saludo.
- ¡Hey! ¿Qué hacés tanto tiempo?
- Bien, acá, ¿vos cómo andás? Hace tiempo que no te veo por casa
- Si, si, he tenido unos problemas con aquel y decidí mejor no volver a pasar...
El resto de la charla continuó sobre las nimiedades de siempre; sin embargo, esas breves palabras quedarían resonando en mi cabeza durante todo el día. Esa semana me preguntaba qué sucedería si me volviera a encontrar con mi amigo en la calle, si nos saludaríamos o si nos haríamos los boludos, como si no nos hubiésemos visto. No, la idea no me gustaba, y en un acto de honestidad brutal me siento frente a la computadora y redacto uno de mis mails más sinceros. En él explicaba la importancia que había tenido el tiempo que fuimos amigos y cómo no me gustaría un final cuyo escenario sea el que me había imaginado. La respuesta fue inmediata:
¡No sabés cuánto me alegra recibir este correo!
decía al comienzo de su extenso mensaje.

Cuando me decidí a no dejar pasar las oportunidades que se me presentaban, me había olvidado de algo igual de importante: crear nuevas. Tuve que decidirme a viajar en bicicleta por Sudamérica (o hasta donde lleguemos) para reconciliarme con aquellas personas que formaban parte de mi pasado. ¿Qué era lo que me lo impedía hasta ahora, entonces? La respuesta era más fácil de lo que parecía: el orgullo.

No pienso que tener orgullo sea algo negativo per se, sino la forma en que lo manejamos es lo que puede transformarlo en algo tan grave como una amnesia selectiva. Fue con estos y otros casos que me dí cuenta de las veces que dejamos de lado las vivencias que en algún momento nos fueron tan importantes, que en algún momento nos llenaron tanto y que, por egoísmo disfrazado de amor propio, decidimos olvidarlas. Éstas, tanto más como las negativas, no deben olvidarse jamás. No tiene que ser necesario el saber que la posibilidad de reconciliación pueda no existir para que ésta finalmente cobre vida, sólo tiene que ser necesario el querer reconciliarnos con nosotros mismos.

Pablo ↗ ya me lo había advertido:
Vas a ver que empezarás a cerrar círculos

18 oct 2011

Hoy

Como a todos nos pasa, hay días que nos sentimos invencibles, que podemos comernos el mundo y aún así no quedar satisfechos... y hay otros que creemos que es el mundo el que puede comernos a nosotros, y con tan sólo mostrarnos los dientes nuestras piernas tiemblan casi inconscientemente. Hoy es una mezcla extraña de los dos.

A medida que pasan los días y veo el reloj de la cuenta regresiva disminuir sus cifras, comienzo a cuestionarme más y más el motivo de lanzarse en esta aventura. Es natural, supongo. Pienso en todas aquellas relaciones que quedan "truncadas", pienso en la facultad y cómo en algún momento me gustaría terminarla, pienso en mi familia, pienso en mi trabajo... Hoy, sobre todo, pienso en mi trabajo.

Y es que en exactamente un mes tengo planeado renunciar. Se que no he estado demasiado tiempo en la empresa (casi 2 años y medio), pero sí el suficiente como para conocer gente maravillosa, tener mis broncas, mis logros, y mis momentos de cebo. Pero también pienso en la seguridad que te brinda el saber que la máquina ésta que te consume es también la que te habilita a funcionar, es también la que todos los meses hace que con una simple tarjeta magnética tus problemas básicos desaparezcan tras el beep de un cajero. Pronto no será así, y ese beep sonará casi igual que el electrocardiógrafo de quien sabe que tiene el tiempo contado. Es allí que mis piernas comienzan a temblar.

Sin embargo, al llegar y hacer las mismas cosas que todos los días, bajo los mismos parámetros los cuales conozco de memoria y puedo recitar de ojos cerrados, me comencé a sentir mejor. Comencé a recordar distintos momentos en los que mi relación con la empresa se vio defraudada, y de apoco comenzó a deteriorarse hasta llegar a la actualidad, esa en la que, como en algunas parejas, seguimos juntos sólo por la costumbre. Recuerdo un día que hablando con un compañero discutíamos esta misma situación; me dijo:
Cuando suceden esas cosas sólo hay dos caminos posibles: cambiar de actitud, o cambiar de trabajo.
Por fuera sonreí, pero por dentro reía a carcajadas mientras pensaba en que lo mío sería un híbrido de ambas. Fue allí que pude comerme el mundo.

Un mes, tan sólo exactamente un mes. Todo ya está planeado, las cartas ya fueron repartidas, el plan ya fue trazado; y si bien el miedo ha ido aumentando, también lo han hecho las ganas. No será éste un paso más que el que inevitablemente se iba a dar.

9 oct 2011

Lo esencial

Hacía un tiempo le había dicho al Danny que si quería podía armar una lista de cosas a llevar, pero siempre lo venía postergando... un día porque no tenía tiempo, otro porque tenía otras cosas para hacer, pero en el fondo lo que no tenía eran ganas. Estoy demasiado acostumbrado a usar lo que se me place y es muy difícil comenzar a acotar las cosas que uno usa hasta lo verdaderamente esencial.

Algún fundamentalista me dirá que lo esencial no es más que lo que tengo puesto y algo de comida, pero lo cierto es que, acostumbrado a un montón de comodidades, comenzar a limitarse puede llegar a ser una aventura, y como tal, puede infundar algo de miedo. Pero ese día llegó. Tener libre en el trabajo y que afuera lloviera torrencialmente sin intenciones de amainar, ayudó a obligarme a pensar en lo verdaderamente importante.


Ya lo había hecho con algunas cosas, me había pasado de conocer una banda que me encantara, ver el CD y tener todas las ganas de comprármelo, pero aún así mirarlo y pensar: "¿Para qué? Si en poco tiempo me voy y no lo voy a poder llevar...". Es con esos pequeños gestos que uno se va dando cuenta (o va tomando más conciencia de la que ya tenía) de que invertimos mucho en cosas que no son tan importantes como pensábamos... Y al comenzar a pensar en que cada objeto tiene un peso que no podía despreciar, uno se ve empujado aún más a los límites, donde debe elegir muy bien.

Fue así que separé la lista en grandes áreas: Tecnología, Higiene, Camping, Tecnología, Herramientas, Botiquín... y comencé a llenar la lista sin escatimar, poniendo los pesos de cada uno de los objetos al costado. Tras toda la tarde analizando cada pieza del rompecabezas, terminé con una lista tentativa, una lista que, según lo calculado, haría que cada uno llevara una carga algo menor a 25 Kg. En principio no está nada mal, y era lo que más o menos pensaba, pero ahora, pasados unos días, la vuelvo a mirar y me pregunto: "¿Son realmente necesarias tantas cosas?"

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Macys Printable Coupons